Atardecer en Celestún

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La obra de arte que presentamos es una escultura maya tallada en madera, una pieza única que transporta al espectador a las profundidades de la rica tradición cultural y espiritual de la civilización maya.

Autor: R. Blanco.
Técnica: Talla en madera de cedro intervenida con acrílicos.
Medidas: 123 x 33 cms.

La obra de arte que presentamos es una escultura maya tallada en madera, una pieza única que transporta al espectador a las profundidades de la rica tradición cultural y espiritual de la civilización maya. La escultura, cuidadosamente elaborada por manos expertas, representa una figura abstracta, cuya expresión evoca el misterio y la solemnidad de las antiguas creencias y rituales mayas.

La madera, utilizada en su estado natural, es trabajada con gran destreza, permitiendo que las vetas y texturas del material se entrelacen con la fuerza de la figura esculpida, dotando a la pieza de una sensación de vida y movimiento. Cada línea y curva tallada en la superficie parece contar una historia, desde los complejos detalles en el vestuario ritual de la figura hasta los adornos que simbolizan la conexión con los dioses y las fuerzas cósmicas, tan esenciales en la cosmovisión maya.

Los elementos iconográficos son claves en esta obra. Se pueden distinguir símbolos que representan el jaguar, la serpiente emplumada, y el sol, tres de los más poderosos emblemas de la mitología maya. La figura central podría estar representando a un sacerdote o a un líder de la sociedad maya, cuya posición elevada dentro de la jerarquía se refleja en su postura erguida y en los adornos que adornan su cuerpo, como collares, brazaletes y tocados de plumas. La talla expresa no solo un momento de veneración hacia los dioses, sino también un profundo respeto por la naturaleza y el cosmos que regían la vida diaria de los mayas.

La forma orgánica de la escultura no solo refleja el dominio técnico de los artesanos, sino también la conexión con el mundo natural que los mayas mantenían. La madera, como material orgánico, simboliza la cercanía con la tierra, y su elección es un recordatorio de la importancia de los elementos naturales en la cultura maya, donde las plantas, los animales y el entorno eran considerados sagrados.

En su conjunto, la escultura no es solo un objeto de admiración estética, sino también un reflejo tangible de la profunda espiritualidad y sabiduría de los antiguos mayas. Esta pieza transmite la intención ritualista y la contemplación sagrada que trascendían el arte en sí mismo, integrándose en la vida diaria de una civilización que buscaba, a través de la belleza, conectar lo terrenal con lo divino, lo humano con lo sobrenatural.